La palabra “eco”, según la Real Academia Española y entre una de sus definiciones, significa “resonancia o repercusión de una noticia o suceso”. En el contexto del Bicentenario de la Revolución de Mayo (no de la Independencia, como dijeron varios y pensaron muchos), la parte más explícita de esa repercusión estuvo representada, principalmente, por los festejos interminables que se vieron sobre la Avenida 9 de julio. Una temperatura más que calurosa para días de invierno transformaron a los asistentes: nada de lo que se pudo apreciar estuvo marcado por las banderas políticas que nos tienen acostumbrados. Espectáculos ciertamente inolvidables van a retorcer el estómago de los argentinos durante un tiempo, especialmente en aquellos a los que la beligerancia y la crispación se los han anudado.
“¿Bicentenario? ¿Bicentenario de qué?” debe haber preguntado algún que otro incrédulo ante semejante organización de festejos. La espectacularidad manifestada por un sinfín de recitales, de stands, de banderas más grandes o más chicas, tuvo como consecuencia un aluvión de caras alegres y rimbombantes que celebraron durante todo el fin de semana un acontecimiento incierto y figurado: los doscientos años de un día lluvioso, donde una multitud con paraguas, escarapelas y hasta empanadas regaladas por alegres negritas sin dientes, festejaba frente al Cabildo de Buenos Aires la ocurrencia de algo que no se sabe muy bien qué fue. En términos históricos, la Revolución de Mayo fomentó la situación independentista que luego se contagiaría al resto de las provincias, a lo largo de un extenso período de batallas que culminarían en el Acta de la Independencia firmada en Tucumán en 1816. Read the rest of this post »